Salvatore

Podemos entender que la gente del pueblo se asustara de él y llamase a la policía para que se lo llevaran. También nos ha pasado. Cuando le vimos la primera vez, tan grande, con ese cabezón y esa boca en la que cabe medio cuerpo, fue como «por dios dónde nos hemos metido, que como tenga mal carácter nos tenemos que salir de casa».

No os podéis imaginar cómo nos arrepentimos por dudar de él…

Este perro nunca, en ningún momento, mostró ningún tipo de señal que indicara que había que ir con cuidado. Con las personas, desde el principio, se deshace en besos, abrazos, todo tipo de cariños y movimientos de rabo a lo helicóptero. Con otros perros tiene una comunicación exquisita, sabiendo gestionarse perfectamente y gestionar a los demás y eso que es jovencísimo, pero qué buena presentación, buen rollo y comunicación nos muestra.

¿Entonces?

Pues pasa que es un pitbull, y nos han interiorizado tanto la idea de que son peligrosos, que hasta nosotras, que estamos hartas de tratar con ellos y les amamos con todo nuestro corazón, no podemos evitar dudar.

Las dudas y ese pequeño rescoldo de miedo que chisporroteaba en nuestro interior responden únicamente al triste estigma de su raza.

Por todo ello, te pedimos perdón, cabezón precioso. Perdónanos por dudar de ti y dejar que el miedo infundado se instalase en nuestro corazón antes de conocerte. Corazones que ya te aman, porque te hemos visto, hemos sentido tu sufrimiento y tu necesidad y estarán abiertos para ti para todo lo que te haga falta.