
Antes no tenía nombre y ahora me dicen que me llamo Persia y me gusta mucho. No el nombre en sí, si no el que haya alguien que haya decidido mirarme y darme una oportunidad para vivir.
No he tenido una vida fácil hasta ahora. He tenido frío y calor. He tenido hambre y sed. He caminado día y noche, rebuscando en la basura un poco de comida. A veces me crucé con otros como yo y, en ocasiones, me escondí de ellos. He visto a esos que llaman seres humanos mirarme con desprecio y ahuyentarme. Estoy débil y enferma. A veces me tumbo y cierro los ojos y sueño. Otras mi cerebro desconecta, me pasa algo que me paraliza y me deja agotada.
Por fin alguien me ha rescatado. Ahora tengo comida, tengo agua y una cama calentita donde dormir sin miedo. Y me han llevado a visitar a una señora que se llama veterinaria.
Estoy enferma. Dicen que soy muy pequeñita para los dos años que tengo, y que tengo dos enfermedades. Una se llama leishmania y tendré que estar muy controlada pero seguramente me pondré bien. La otra, la que me desconecta, se llama epilepsia y seguramente la tendré para siémpre pero podré vivir con ella.
De momento no estoy lista para irme a vivir con una familia que me quiera, que me cuide y que quite de mi mirada esos miedos que aún me quedan, pero lo estaré pronto si me ayudas con mi tratamiento médico.
Dame una oportunidad, ayúdame. Ya he sufrido mucho y lo que me queda es mucho amor por dar y ganas de vivir.
Relato para Persia, de Begoña López 

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